sábado, 1 de agosto de 2009

Los ídolos del pueblo

Nuestra apuesta de futuro

¿Por qué están tan sobrevalorados personajes como las estrellas de la música, los deportistas de élite, los actores y actrices de cine y un largo etcétera de individuos que a través de su obra o actividades no han contribuido tanto a la humanidad?

¿Será por que encarnan algún tipo de valor que merece ser seguido y admirado por las nuevas generaciones? No lo creo. Se trata más bien de un conjunto de espejismos que pululan en nuestra sociedad con el objetivo de captar toda la atención del público bajo el único argumento de que son singulares, excepcionales e inigualables en lo que hacen y que merecen un reconocimiento y admiración planetaria por las gestas que llevan a cabo.

Así se convierten en verdaderos mitos vivientes dignos de adoración y fama mundial que ingresan ingentes fortunas por sus actividades. Todo ello sazonado con puntuales acciones benéficas para mejorar su imagen pública mientras mantienen sus ahorros inconfesables a buen recaudo en paraísos fiscales. Ante esta coyuntura que se promete a primera vista tan halagüeña ¿Quien no se plantearía, o, mejor aún, desearía no ser uno de ellos? Un superhéroe de carne y hueso deseado, imitado, amado y codiciado allá donde quiera que estés. El ego del individuo en su máxima expresión.

Sin embargo, estos individuos no resultan más que meros ídolos de barro. El valor percibido que aportan a la sociedad está muy por encima del valor que realmente aportan a la misma. Se les asocia a modelos de esfuerzo, tenacidad, talento, espíritu de superación y un largo etcétera dignos de ser el referente de cualquier joven de nuestra sociedad. Pero nada más alejado de la realidad. En su mayoría no son más que la punta del iceberg de una sociedad ególatra, que busca el triunfo fácil, poco solidario, hedonista y cortoplacista. Son el entretenimiento de una sociedad agobiada y caduca que necesita de referentes para justificar y motivar su modo de ser ya no sostenible.

No es sostenible que unos cuantos individuos ganen y posean unos cuantos centenares o miles de veces lo que gana un individuo medio de la sociedad. ¿Y por qué? ¿Acaso son tan precisas y preciosas sus aportaciones? Quizás en unos casos si pero tal magnitud de desproporción en la compensación final resulta injustificable. Además se da la paradoja que esa misma descompensación es auto realimentada por los propios individuos de la sociedad que ensalzan y pagan por estos ídolos de paja para conseguir entretener sus mentes y alimentar un sueño que jamás alcanzarán en vez de trabajar y luchar por realidades más asequibles y fructíferas.

¿Por qué no se recompensa y valora a los individuos de nuestra sociedad en función del valor real que aportan dentro de una escala amplia pero no tan desproporcionada? Un médico que se dedica a realizar delicados y difíciles trasplantes de órganos salvando vidas debería ser más conocido y mejor recompensado que un actor o actriz de cine. Su labor posee mayor mérito y aporta más beneficios al conjunto. Ni que decir tiene que requiere de mayor preparación, estudio y esfuerzo.

De la misma manera ocurre con un científico que lleva toda una carrera profesional en pos de una cura o vacuna para una determinada enfermedad. Ni que decir tiene que sus logros serán mejores para todos que las posibles actuaciones de un deportista. De igual forma que un magistrado que se encarga de impartir justicia con equidad y garantizar así los principios básicos de convivencia en nuestra sociedad contribuye de una mayor forma al bienestar colectivo que cualquier estrella de música. Su imparcialidad, criterio, conocimiento, ecuanimidad no se adquieren sino tras largos años de esfuerzo y preparación.

¿Esta nuestra sociedad reconociendo por igual ambos tipos de ídolos? ¿Está desproporcionado el valor con el que recompensamos a unos y premiamos a otros? Cuando las nuevas generaciones se planteen que hacer en el futuro ¿Qué camino tenderán a elegir?

Si tenemos claro que queremos construir un modelo de sociedad mejor debemos crear ídolos del pueblo que de verdad fomenten su mejora y crecimiento. Remunerarlos y reconocerlos de la forma adecuada hará que la sociedad de hoy y las generaciones futuras encuentren en ellos el referente adecuado y que lo tomen como guía en su futuro.

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