domingo, 12 de diciembre de 2010

Tot està per fer, tot és possible



Un altre món és possible, un altre ésser humà és necessari


El Nadal s’apropa. No te n’adones i ja torna a ser aquí. Una vegada més assenyalant que un any ha acabat. Moltes coses passen en un any, és increïble si hi penses detingudament. Hi ha qui diu que un any ha valgut realment la pena si has tingut ocasions tant de riure com de plorar. És senyal inequívoc de que has viscut intensament molts moments i, per tant, implica que estàs viu i tens motius per viure.

El Nadal sovint tots el celebrem de diferents maneres i per diferents motius. Uns ho celebrem per tradició o creença, envoltats de la família i dels amics. S’engalanen les cases i els carrers, s’intercanvien regals i ens desitgem amor, pau i alegria.. Altres ho celebren d’una forma més privada i discreta, recollits en la seva espiritualitat més íntima i allunyant-se de la voràgine consumista que desborda aquestes festes. Altres els embolcalla una gran tristor al recordar als éssers estimats que ja no hi són i que troben a faltar i desitgen que aquesta època passi ben despresa.

Molt sovint ho celebrem amb una combinació de tot plegat, ja que la vida és tot això alhora.

La vida:

-És una oportunitat, aprofita-la.
-És un somni, fes-lo realitat.
-És un repte, afronta’l.
-És un deure, compleix-lo.
-És amor, gaudeix-ne.
-És tristesa, supera-la.
-És un misteri, desvetlla’l.
-És un himne, canta’l.
-És felicitat, mereix-la.
-És la vida, defensa-la.


14-10-2005

lunes, 1 de febrero de 2010

El juego de la vida

La suma de cada uno forma un colectivo

El Go es un un juego milenario cuyo principal atractivo reside en la simplicidad de sus reglas y el nivel de riqueza, sutileza, profundidad y complejidad a la que se puede llegar. Los elementos del Go, son muy primitivos, son tan esenciales como piedra y madera; blanco y negro; cuadrado y círculo. Las piedras son todas iguales, no como el ajedrez que son distintas. Las reglas no sólo son simples, sino que también son naturales. La idea es controlar territorio así como los animales y el hombre, que a través de la guerra, siempre buscó controlar territorio. En el Go se trata de conquistar territorio. El Go es un juego "general": Pocas reglas (y entonces muchas situaciones posibles). El Go es un juego abstracto: poca diferenciación entre sus elementos porque las piedras son todas iguales, salvo el color

El hecho de que el Go sea un juego simple y tan complejo como se quiera, natural, general y abstracto, lo convierte en una fuente de inspiración para aplicar los conocimientos de Go a todo tipo de situaciones en las que hay comunicación, cooperación o conflicto, es decir, a casi todas las interacciones humanas. Muchos dicen que el "el Go es como la vida", y esto ciertamente no es una exageración o un slogan. Aprendiendo el Go, uno aprende comportamientos para todo tipo de situaciones. Otro de los atractivos que tiene es que indudablemente la racionalidad y el pensamiento lógico intervienen mucho, pero también hay mucho de intuición, creatividad, estética, sensibilidad y armonía.

Los jugadores juntos en ese juego ya no son seres separados, individualistas, que ante todo quieren su propio beneficio, sino que su preocupación será conseguir un equilibrio y una armonía con la otra fuerza en oposición. Así, el resultado final se obtendrá como consecuencia de un proceso natural: pierde el que menos equilibrio y armonía ha logrado.

Ante esta crisis del sistema a nivel global que estamos viviendo es preciso realizar un cambio de paradigma similar al del ajedrez al Go. Si fallamos en hacer esto, perderíamos una gran oportunidad de prosperar en el siglo XXI. Si nos apegamos al tipo de conceptos de guerra del ajedrez, no podemos esperar otra cosa mejor que una paz fría, o a lo peor una guerra económica caliente. Cambiando al nuevo paradigma del Go, las naciones encontrarán las herramientas necesarias para construir un próspero y pacífico futuro.

En el ajedrez la partida comienza con todas las piezas sobre el tablero. El jugador tiene todos los recursos a su disposición, como si fuera un ejército al completo, con el fin de dar muerte al rey adversario, el jaque-mate. Durante la lucha -una especie de batalla medieval- ambos ejércitos irán perdiendo parte de sus efectivos, hasta que al final uno de los dos reyes muere.

En cambio, en el Go el tablero comienza vacío, se empieza de la nada y se va construyendo poco a poco. El objetivo no es destruir al adversario, sino que basta con hacerlo un poco mejor que él, conseguir tan sólo un punto más de territorio. Aunque a veces haya que matar para sobrevivir, en el Go rige el principio: “vive y deja vivir”; el inmenso espacio y su ocupación constituyen un fin, y la destrucción -siempre parcial del adversario es sólo un medio utilizable. Es un juego de coexistencia y su esencia coincide con la dialecta natural entre la vida y la muerte. En el ajedrez es justo al revés, el espacio es relativamente pequeño, y su ocupación es sólo un medio táctico o estratégico para llegar al mate.

La era que emergerá tras la presente crisis será la de la eficacia, la de la productividad, la de evitar desperdiciar los recursos, la de lograr una armonía entre lo que se necesita y lo que se tiene y en supeditar la ciencia y la tecnología a la justicia y el bien. Es decir, se tratará de encontrar un equilibrio entre la ambición y la prudencia, entre el tener y el ser, entre el individualismo y el conjunto, entre la razón y los sentimientos. En definitiva un nuevo mundo más justo y equilibrado. Un mundo más natural en el que se reproduzcan las dinámicas vitales de forma tan obvia como ya aparecen en la mente y a los ojos de un niño. El paradigma del Go nos conduce, no a la atrincherada convicción sobre la guerra o «bellum justum», sino a reflexionar sobre el reparto, la distribución, y la prosperidad en pacífica armonía. Esta es la maravilla y el atractivo del Go.

martes, 19 de enero de 2010

Disfrutando el momento


La conciencia de lo cotidiano
Con este post se cumplen se cumple un año del inicio de este blog la cual cosa no deja de ser más que una pequeña alegría que me llena de gran satisfacción. Para este inicio de 2010 propongo continuar con el tema ya iniciado en el último post de 2009. La búsqueda de la felicidad.

A menudo muchas personas deciden vivir su vida con la premisa de que llegado un momento alcanzarán cierta meta u objetivo que desean y anhelan con toda su alma. Su lógica se basa que una vez llegado ese momento serán capaces de disfrutar de una inmensa alegría y felicidad que será capaz de compensar todos los sinsabores y dificultades que se hayan podido encontrar por el camino. Es una visión orientada a las esperanzas que nos ha de traer un futuro siempre incierto mientras se vive un presente de espaldas a la realidad y encorsetado en una pauta y rutinas que permitan edulcorar las verdades incómodas del presente.

Desde mi punto de vista este planteamiento resulta equivocado ya que es muy posible que se tenga que llegar a pagar una factura muy elevada por algo que quizás no merezca tanto la pena. Como decía Pearl S. Buck: “Muchas personas se pierden las pequeñas alegría mientras esperan la gran felicidad”.

Y es quizás en esas pequeñas alegrías cotidianas donde reside la verdadera felicidad que tan escondida parce a veces y que resulta tan difícil de hallar. Estas pequeñas dichas engloban los placeres, los disfrutes, y todo aquello que nos hace sentir felices.

Una gran alegría no se aprecia en todo su valor si uno no está preparado. Se trata de apreciar lo que se vive cada día y de sacar lo mejor. Es, antes que nada, un estado de espíritu. Una manera de vivir los días intentando ver el lado bueno, disfrutar de algo positivo para sí mismo pero también para la colectividad.

Los grandes placeres están ligados siempre a nuestras necesidades (comida, sueño, sexo, espíritu). Pero hay pequeños placeres que ni siquiera forman aficiones, que son imperceptibles incluso para quien los tiene: son gustos, caprichos, rutinas placenteras que a menudo mantienen nuestro equilibrio, nuestra situación con el entorno y la vida humana en armonía.

Estos minúsculos momentos de alegría, aunque no son trascendentes y podríamos prescindir de ellos un día o dos, cumplen una función en nuestro equilibrio diario. Nos mantiene más a tono, más a gusto, más libres. Y son los que más nos personalizan, nos identifican. Son placeres privados, intransferibles que duran un ratito. Como la vida misma.

A veces, la vida deja de ser un puro tránsito entre el pasado y el futuro y adquiere una intensidad eterna. Saber apreciar estos pequeños placeres nos garantiza un bienestar en el cuerpo y la mente. Para sentirse feliz no es necesario poseer un objeto concreto sino que basta en disfrutar de los momentos que uno tiene.