martes, 6 de enero de 2009

La crisis del sistema




No había ningún problema:







Hasta ahora parecía que el sistema funcionaba bien. Pero la verdad es que el sistema está en crisis. Y la razón por la que está en crisis es que nuestro sistema de producción de bienes de consumo es un sistema lineal y nosotros vivimos en un planeta finito y no se puede ejecutar un sistema lineal en un planeta de recursos finitos de forma indefinida. Además nuestro sistema de estados nación ha quedado obsoleto. Ya no es cierta la visión y los valores de que los gobiernos deben ser de la gente, por la gente y para la gente. Las corporaciones multinacionales se han convertido en los amos de nuestro mundo global. De las 100 mayores economías existentes en la tierra actualmente, 51 pertenecen a estas corporaciones.




Para ellos nosotros nos hemos convertido en una nación de consumidores. Nuestra primera identidad se ha convertido en ser consumidores, no padres, profesores, médicos, pero si consumidores. La manera principal en que nuestro valor es medido y demostrado es en cuanto consumimos. Así pues, el propósito de nuestro sistema alentado por nuestros estados sujetos al poder de las grandes corporaciones es consumir y cuanto más mejor. Proporcionar una buena educación, sanidad, asistencia a los mayores, justicia, seguridad o sostenibilidad no figuran entre las prioridades.




La estrategia seguida para conseguir esta finalidad se basa en la obsolescencia planificada y la obsolescencia percibida. La primera consiste en diseñar las cosas para que sean inútiles tan pronto como sea posible con el objetivo de lanzarnos al consumo de otras nuevas con el consiguiente malgasto de materia primas y generación de residuos. La segunda se basa en convencernos de que tiremos aquellas cosas que todavía son útiles gracias al influjo de la publicidad y las modas.




Nuestra economía enormemente productiva... pide que hagamos del consumo nuestra forma de vida, que convirtamos la compra y uso de los bienes en un ritual, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, nuestra satisfacción del ego, en consumo... nosotros necesitamos cosas consumidas, quemadas, reemplazadas y descartadas a paso acelerado. Y el resultado no es más que un círculo vicioso que no trae más que infelicidad en nuestras vidas y que ya no es sostenible.

Esclavos del siglo XXI


Nada ha cambiado:

Seguimos encadenados para que una minoría detente el poder. Todo empezó con aquellos sistemas centralizados de los que surgieron unos pocos que se apoderaron de los recursos y empezaron a dominar al pueblo. Llegaron a tener el poder absoluto, pero los oprimidos fueron rebelándose porque apenas podían subsistir; el hambre, la miseria y las enfermedades segaban sus vidas. Los que protestaron por una causa justa consiguieron cambiar un sistema autoritario y establecieron los principios de la libertad. Pero los rebeldes que defendían la dignidad humana accedieron al poder y, una vez lograda la riqueza, se disfrazaron de libertarios para prometernos la felicidad y el bienestar. Ellos, sin embargo, cada vez tenían más y ya no les importaban los demás. Ahora son los dueños del mundo.

Fuimos engañados y seguimos siendo engañados. Hay reuniones internacionales en las que unos títeres firman cartas y documentos que calman nuestra indignación ante la injusticia de los subdesarrollados. Estamos atrapados y encadenados. Hemos entregado nuestra libertad a cambio de una felicidad falsa, una felicidad inundada de deseos y satisfacciones del consumo. Tenemos que aprender a ser verdaderamente humanos; nuestra capacidad es infinita, pero estamos atrapados en la ruta equivocada y retrocedemos en vez de continuar hasta el fin.