martes, 19 de enero de 2010

Disfrutando el momento


La conciencia de lo cotidiano
Con este post se cumplen se cumple un año del inicio de este blog la cual cosa no deja de ser más que una pequeña alegría que me llena de gran satisfacción. Para este inicio de 2010 propongo continuar con el tema ya iniciado en el último post de 2009. La búsqueda de la felicidad.

A menudo muchas personas deciden vivir su vida con la premisa de que llegado un momento alcanzarán cierta meta u objetivo que desean y anhelan con toda su alma. Su lógica se basa que una vez llegado ese momento serán capaces de disfrutar de una inmensa alegría y felicidad que será capaz de compensar todos los sinsabores y dificultades que se hayan podido encontrar por el camino. Es una visión orientada a las esperanzas que nos ha de traer un futuro siempre incierto mientras se vive un presente de espaldas a la realidad y encorsetado en una pauta y rutinas que permitan edulcorar las verdades incómodas del presente.

Desde mi punto de vista este planteamiento resulta equivocado ya que es muy posible que se tenga que llegar a pagar una factura muy elevada por algo que quizás no merezca tanto la pena. Como decía Pearl S. Buck: “Muchas personas se pierden las pequeñas alegría mientras esperan la gran felicidad”.

Y es quizás en esas pequeñas alegrías cotidianas donde reside la verdadera felicidad que tan escondida parce a veces y que resulta tan difícil de hallar. Estas pequeñas dichas engloban los placeres, los disfrutes, y todo aquello que nos hace sentir felices.

Una gran alegría no se aprecia en todo su valor si uno no está preparado. Se trata de apreciar lo que se vive cada día y de sacar lo mejor. Es, antes que nada, un estado de espíritu. Una manera de vivir los días intentando ver el lado bueno, disfrutar de algo positivo para sí mismo pero también para la colectividad.

Los grandes placeres están ligados siempre a nuestras necesidades (comida, sueño, sexo, espíritu). Pero hay pequeños placeres que ni siquiera forman aficiones, que son imperceptibles incluso para quien los tiene: son gustos, caprichos, rutinas placenteras que a menudo mantienen nuestro equilibrio, nuestra situación con el entorno y la vida humana en armonía.

Estos minúsculos momentos de alegría, aunque no son trascendentes y podríamos prescindir de ellos un día o dos, cumplen una función en nuestro equilibrio diario. Nos mantiene más a tono, más a gusto, más libres. Y son los que más nos personalizan, nos identifican. Son placeres privados, intransferibles que duran un ratito. Como la vida misma.

A veces, la vida deja de ser un puro tránsito entre el pasado y el futuro y adquiere una intensidad eterna. Saber apreciar estos pequeños placeres nos garantiza un bienestar en el cuerpo y la mente. Para sentirse feliz no es necesario poseer un objeto concreto sino que basta en disfrutar de los momentos que uno tiene.

1 comentario:

  1. Si és molt important disfrutar dels petits moments de cada dia, perque passen i no es repeteixen, carpe diem! Endevant amb el blog!
    Siguem creatius infon possitivisme com el sol.
    Berta.

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